Pitt 05 - Los robos de Rutland Place by Anne Perry

Pitt 05 - Los robos de Rutland Place by Anne Perry

autor:Anne Perry
La lengua: spa
Format: epub


Capítulo 7

Charlotte esperaba con impaciencia la llegada de Pitt. Preparó una cena sencillísima, que metió en el horno; luego mariposeó de tarea en tarea sin acabar ninguna. A las seis y cuarto oyó al fin cómo se abría la puerta de entrada. Instantáneamente dejó caer el mantel que tenía entre manos y salió a su encuentro. Habitualmente esperaba a que Pitt se calentara un poco junto al fuego, se quitara el abrigo y se sentara, antes de empezar a comentar las cosas del día. Esta vez, en cambio ya antes de que Pitt pusiera sus pies en el recibidor Charlotte exclamó:

—¡Thomas, hoy he visto a Alston Spencer-Brown y he hecho un descubrimiento! —Atravesó corriendo el pasillo y le agarró de las manos—. Creo que sé algo sobre Mina. ¡Quizá la razón de que fuera asesinada!

Pitt estaba empapado, cansado y de un humor no precisamente radiante. Sus superiores seguían aferrados a la hipótesis del suicidio, causado supuestamente por un desequilibrio debido a problemas privados. De ese modo todo era más fácil de arreglar, sin comprometer el decoro, sin necesidad de escarbar en la vida de numerosas personas para sacar a luz asuntos que convenía dejar en paz. Destapar motivos de enemistad era un trabajo siempre desagradable e impopular, además de poco provechoso para la carrera de la persona que lo emprendía, si el elevado rango de esa persona le impedía alegar que se limitaba a cumplir órdenes.

El jefe de Pitt, el ambicioso Dudley Athelstan, era el hermano menor de la familia y había mejorado su posición a través del matrimonio. Athelstan se había pasado la tarde tratando de convencer a Pitt de que no había caso que investigar. Si se lo proponía, dijo, una mujer desequilibrada tenía a su alcance muchas maneras de conseguir veneno para quitarse la vida. Después de que se marchara Pitt, el mal humor de Athelstan fue creciendo; ni siquiera lograba convencerse a sí mismo —y menos aún a Pitt, o al sargento Harris— de que el asunto estaba resuelto, pues, pese a la diligencia de las investigaciones, no se había encontrado a ningún farmacéutico o boticario que tuviera en venta aquella sustancia. Más difícil todavía era que un médico la hubiera recetado.

Pitt empezó a quitarse el abrigo, salpicando de agua el suelo del vestíbulo. Justamente el día anterior había sido objeto por parte de Gracie de una dura crítica sobre lo difícil que era mantener bien encerado el suelo cuando personas descuidadas se dedicaban a salpicarlo.

—¿Por qué has ido a casa de Alston Spencer-Brown? —preguntó a Charlotte con cierta aspereza—. No creo que tenga nada que ver contigo ni con tu madre.

Charlotte percibió un tono irritado, como si Pitt hubiera traído consigo todo el frío de la calle; sin embargo, estaba demasiado agitada para hacer caso de ello.

—El asesinato sí está relacionado con mamá —dijo con énfasis, mientras, en vez de llevar el abrigo a secar a la cocina, lo dejaba gotear en el colgador—. Tenemos que encontrar el medallón. El caso es que Emily quería visitar a mamá, y yo la he acompañado.



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